Julia y otros cuentos

Julia y otros cuentos de Jordi Cabré Carbó

Quiere sentir el suspense, el misterio y la intriga. Sumergirse a través de unas
excelentes narraciones,en situaciones delicadas donde está presente, el asesinato,
el miedo, la angustia, la muerte y el placer de unos personajes que haré tuyos
.( JULIA y otros cuentos ) es su libro. Dieciséis novelas cortas, harán todo eso
con usted. Tramas totalmente distintas unas de otras, sin parecidos y manteniendo
siempre esa frescura en unos argumentos inéditos, que le llevaran sin poder
dejar de leer, a unos finales inesperados que le dejaran sin duda alguna satisfecho.
¿Cree que no es eso posible? Le desafío a que encuentre uno solo de los dieciséis, que no sea de tu agrado.





Para muestra pueden leer uno de los cuentos incluidos en el libro.

EL LADRÓN

Con diez años, cometió su primer robo en una granja que había de camino al colegio. Fue un acto instintivo, sin haberlo planeado de antemano. El hurto fue una bolsa de regaliz negro. Aunque nada más  salir a la calle se arrepintió de cogerla, después de un rato de pensar en ello, mientras saboreaba la deliciosa goma, no le pareció un hecho tan grave y sí emocionante. Esa mañana, acudió a su mente después de entrar a robar en una casa. Para ser exactos, recordó ese primer robo y un sin fin de robos más. Como si su vida que estaba plagada de ellos, le pasara rápidamente por delante sin parar, hasta quedar en un estado catatónico  sin poder apartar la mirada de lo que acababa de descubrir. La agradable sensación que la subida de adrenalina le producía siempre que robaba, había desaparecido totalmente. En su lugar, su estómago, y todo lo que había en él, le subió por la garganta y empezó a devolver todo el desayuno de aquella  mañana. Su cuerpo y sobre todo sus piernas empapadas en sangre dejaron de responderle y junto al fuerte mareo que le sobrevino, se tuvo que sentar. Lo hizo en un elegante sillón de piel, sin poder apartar sus ojos de aquel cadáver.
 Estaba más que claro que aquella persona estaba muerta. Aunque estaba boca abajo y parte del cuerpo estaba cubierto por una cortina, la abundante sangre que rodeaba al cuerpo y que hizo que resbalara cayendo sobre él, no dejaba lugar a dudas. Entonces, el miedo apareció y se apoderó del ladrón.
Pensó que no podía irse y dejar las cosas como estaban y olvidarse de todo como si nada. Había vomitado encima del cadáver y sobre la sangre, además de pisarla y dejar las huellas de todo su cuerpo en ella. Si no ponía remedio al desaguisado, le cogerían. Aunque llevaba guantes como siempre, estaba seguro que su ADN, estaba alrededor y encima del fallecido.
Después de observar con detenimiento el cadáver, con la cortina encima  y parte de ella debajo, ver la mesa de cristal rota por una esquina y parte de esta incrustada en un lado de la cabeza del cadáver, no había que ser muy listo para llegar a la conclusión, que se trataba de un accidente.
El muerto, sin duda, debía de ser el dueño. Lo había investigado un poco al escoger su casa para sus propósitos y sabía que vivía solo después de haber enviudado recientemente. También lo había estado siguiendo, averiguando que a esa hora debería estar en su despacho, que se encontraba en la otra punta de la ciudad.
El hombre, seguramente había resbalado sobre el pavimento excesivamente encerado, como pudo comprobar nada más colarse por la ventana que había escogido para entrar. Al perder el equilibrio el desafortunado dueño, había intentado agarrarse a las cortinas que cedieron por su peso y le hicieron ladearse al caer, con la mala fortuna, que su cabeza topó con la esquina de la mesa de cristal.
No le quedaban dudas de que así ocurrieron los hechos. Pero la policía no lo vería del mismo modo, al comprobar que alguien más, había estado con él.
Con muchos nervios entonces, empezó analizar detenidamente sus posibilidades para hacer desaparecer sus huellas. Pasados unos largos minutos no encontró ninguna respuesta.
Estaba a punto de desesperarse del todo, cuando de repente encontró la solución, justo delante de él y en el mismo suelo junto a los pies del cadáver. La caja de puros que recogió y que descasaba sobre sus rodillas, que debía estar sobre la mesa de cristal, le devolvió lentamente la cordura que estaba perdiendo por momentos. Una sonrisa pícara apareció en sus labios, al ver que acababa de encontrar la manera perfecta de hacer desaparecer su presencia en la casa. Extrajo un puro de su interior y pensó al verlo que al añadir ese elemento al accidente, haría que la policía y los bomberos dedujeran que el habano que estaba fumando el propietario, al entrar en contacto con las cortinas, había originado el incendio. Aquello era genial pensó, mientras se frotaba las manos reconfortado y sin ningún temor.
Como no podía salir manchado de sangre de la casa, se sacó toda la ropa hasta quedar completamente desnudo y se encamino al dormitorio principal. Después de escoger una ropa de sport y unas bambas para pasar lo más desapercibido posible cuando saliera del recinto de la casa, se dirigió de nuevo al salón. Cogió su ropa, sus zapatos y sus guantes manchados de sangre y los introdujo en una bolsa de deporte que había cogido del mismo dormitorio, haciendo desaparecer así todas sus pertenencias. A continuación cogió de un estante una botella de whisky y roció bien la mitad de su contenido sobre el cuerpo y su entorno, hizo lo mismo con una de vodka y ginebra, dejándolas de nuevo en su lugar. Comprobó atento la escena, sin precipitarse durante un largo instante. No quería dejarse ningún detalle que pudiera entorpecer su idea. Tenía el cigarro en el bolsillo junto a un mechero y en sus manos lucía ahora unos nuevos guantes de lana, que el malogrado propietario ya no podría ponerse. Después de observar con atención que no se le pasaba ningún detalle por alto, se sacó uno de los guantes para poder hacer mejor las dos últimas cosas que le quedaban, antes de irse.
Mientras se vestía en el dormitorio, decidió no llevarse nada de valor de la casa y salir de allí cuanto antes, después de prender fuego. Algún familiar o la mujer de la limpieza, que había averiguado iba dos veces entre semana, podrían echar a faltar lo que pudiera llevarse. Pero nunca encontrarían a faltar el dinero que llevaba en la cartera si dejaba algo en su interior. Así no se iría con las manos vacías, pensó.
El día que lo siguió hasta su trabajo pudo comprobar lo bien abultada que la llevaba, al pagar el desayuno que había hecho en un elegante bar cercano a su despacho.  Con mucho cuidado de no pisar la sangre, rodeó el cadáver por primera vez, colocándose frente al muerto. Desde donde se encontraba ahora, podía ver perfectamente que se trataba de un trozo de la esquina gruesa de cristal, la que tenía incrustada justo en la sien y que le había producido la muerte. Seguramente había muerto en el acto, pensó mientras inclinándose alargó la mano buscándole la cartera del interior de su chaqueta, que encontró a la primera. La sorpresa que tuvo, primero al ver la cartera tan poco abultada y al “déjà vu” que le vino a continuación, le produjeron una sensación increíble e imposible de explicar. Podría decirse que fue transportado por unos interminables segundos a otra dimensión.
Bajo los efectos de esa sensación irreal, abrió la cartera. Lo que vio a continuación hizo que le diera un vuelco tan fuerte al corazón, que le pareció que estaba por salírsele por la boca. No podía creer lo que estaba viendo en la temblorosa cartera que apenas podían sujetar sus manos, al ver la foto de su novia en el interior. ¿Cómo podía ser posible que aquel tipo tuviera la foto de su amor y además la misma foto que llevaba el en su propia cartera? Con la sensación más fuerte aún que la de un principio había sentido, giró la cabeza del desafortunado y pudo ver que sus terroríficas sospechas eran ciertas. Delante de él, como si estuviera frente a un espejo, estaba su cara ensangrentada. Acto seguido, una oscuridad total lo invadió todo. Recordó entonces perplejo, cómo había resbalado sobre el pavimento encerrado, e intentó agarrarse a las cortinas sin éxito para no caer. Mientras recordaba aquello, una fuerte luz apareció de repente en la completa oscuridad, mostrándole al final del túnel, el camino a seguir.

Después de leer este cuento seguramente tendrás la necesidad de leer el libro completo, el cual puedes adquirir en  amazon





                                 “CRITICA LITERARIA DE JULIA Y   OTROS CUENTOS”
                                                        POR VICTORIA SANTISTEBAN



Para los apasionados de la lectura de intriga, suspense y ciencia ficción, leer un libro de relatos cortos de este calibre, es todo un lujo. Ha sido una montaña rusa de sensaciones, algo así como lo que sentía con las historias de Bradbury o como cuando me quedaba pegada al televisor cuando ponían Más allá del límite. Una de las novelas de ciencia ficción que cayó en mis manos, mucho antes de la de Jordi, “Simulacron 3” de  Daniel F. Galouye, ya me dejó tan impactada que decidí que este género era uno de mis “elegidos”. Y volver a sentir tantas mariposas en el estómago, tengo que decir, que me ha reactivado este reloj del misterio.
La primera de las historias, Julia me rememora aquellas de intriga y policiales de la bestia del suspense como era Agatha Christie. Me siento mejor sabiendo que no toda la intriga terminó con ella. Julia es un texto prometedor y elegante, a tenor del conocimiento que tengo que es el primero de su autor. Salvando algún pequeño detalle, que le aporta humanidad y que podría haber eliminado y no hizo (esos detalles se recuerdan con cariño a posteriori), creo que es una historia interesante y tiene todos los ingredientes adecuados para tener una lectura plena y placentera.
Con respecto a los demás relatos, comentar que me resulta casi imposible decantarme por ninguna en particular. Cada historia tiene su propio microuniverso, principio y fin. No saben “cortas”, saben ricas en acontecimientos, personajes y tramas. Unas tramas que te atrapan. Me han parecido unos relatos de misterio cuya fluidez natural me han confirmado el fondo creativo de su autor. De repente pienso que la versión impresa o digital, tiene tantas posibilidades, que puede ir más allá. Eso lo dejo en manos de aquellos que posean las herramientas adecuadas para llevarlo a cabo


Por todo esto, hablar de Jordi es hablar de creatividad y, además, de  una característica muy peculiar. Yo la llamo creatividad “radial” que va desde el arte gráfico, dibujo y diseño, hasta la pintura al óleo. Son radios de la rueda de una bicicleta, de la que empezó a rodar a finales de la década de los 50 en su Barcelona natal. Un conjunto de pilares lo suficientemente robustos y sólidos como para confirmar el carácter de un auténtico autodidacta nato. Un artista hecho a sí mismo.



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